Correr Definitivamente no es de Cobardes

Correr Definitivamente no es de Cobardes

14 noviembre 2008

Kilómetro 2


No deja de ser curiosa la visión de las calles sin coches, cerradas al tráfico para que los maratonianos seamos dueños durante unas horas del centro urbano. Es un motivo habitual de conversación durante la carrera.

- La última vez que pasé por aquí – me dice un corredor – lo hice metido en el coche y en medio de un monumental atasco. ¡Qué diferencia!


- Podían hacer peatonal el centro de la ciudad.

- Sí, así tendríamos más facilidad para encontrar lugares por los que entrenar.

- Yo eso lo tengo resuelto, vivo en la sierra y por allí se corre estupendamente.

- Pues yo no, vivo aquí, en el mismo centro, y no te imaginas la cantidad de veces que renuncio a entrenar por la pereza que me da acercarme a algún parque en el puede pegarme unas carreras.

Corremos entre edificios altos y eso nos permite disfrutar de la sombra, pero el día ha salido despejado y el calor es una seria amenaza para nuestros objetivos. Pasamos por delante de un termómetro que marca 20 grados cuando apenas pasan unos minutos de las 9.30 de la mañana.

- ¡Qué mala pinta tiene esto! 20 grados a la sombra nada más empezar.
- Joder, nos vamos a freir – me dice -. Con lo cambiante que ha sido el tiempo todo el año, hoy nos podía haber tocado fresquito.
- Pues donde yo vivo, todos los días el mismo tiempo: 24 horas.

Me mira con cara de haba. No ha entendido el chiste.

KILÓMETRO 2

Al paso por el segundo kilómetro, muchos nos dedicamos a mirar el reloj y comenzamos con nuestros cálculos. El primer km es poco significativo, porque se pierde mucho tiempo en la salida y es difícil hacerse a la idea de cuál es el ritmo real, pero ahora las referencias empiezan a ser válidas.

REFLEXIÓN 3

“¿Qué extraña obsesión tenéis los corredores con el tiempo?”, me preguntaba un amigo hace un tiempo. No es obsesión, simplemente es una guía. Cuando entrenamos, el reloj es el utensilio con el que más fácilmente comprobamos nuestro estado de forma: cuanto menos tiempo invirtamos en recorrer una determinada distancia, mejor preparados se supone que estamos.

En el caso de la maratón, lo que medimos no es el estado de forma, sino el ritmo de carrera. En los primeros km, es muy fácil salir animado o tomar como referencia a otro corredor que sea más rápido. Si el reloj me dice que he cubierto el km en 30 segundos menos de lo que tengo previsto, sólo puedo barajar dos posibilidades: o era cuesta abajo – y muy pronunciada- o voy lanzado. En este segundo caso, debo frenar mi ímpetu y retenerme un poco. También podría ocurrir que los organizadores hayan medido mal, pero no es habitual.

El reloj es el metrónomo del corredor. Las sensaciones son muy importantes y, de hecho, cada uno sabe aproximadamente a qué ritmo está corriendo; pero las referencias que nos proporciona el cronógrafo nunca están de más.

El atleta suele llevar un reloj metido en la cabeza: todo es exacto, la vida funciona al minuto. Un atleta no tarda una hora y pico en llegar al trabajo por la mañana, sino “una hora y ocho minutos”; tampoco llega en un santiamén a la panadería, sino que “andando tardo 4 minutos”; y Madrid-Bilbao no se hace en 4 horas, sino en 3.53.


El reloj es un fiel aliado: referencia, ritmo, cadencia, tiempo de paso …¡Mi reino por un reloj! Vaya, a lo mejor sí estamos un poco obsesionados.

(...Continuará)

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