Tenía pendiente escribir la crónica
del Maratón de Chicago, pero con las vacaciones que me tomé no he
podido pararme a sentarme a escribir hasta ahora.
Cogí vuelo directo a
Chicago el viernes anterior a la prueba, 9h30min de vuelo bastante
matador que junto a la diferencia horaria hicieron que nos
plantáramos en Chicago a las 3 de la tarde. Ducha rápida y
medio-desveladora para que sin pensar en el sueño que me invadía me
aguantara a sobrellevar la tarde (en España eran ya las 11 de la
noche). Cogimos los autobuses que la propia organización del maratón
ponía a disposición de los corredores y que a través de varias
rutas circulaban por toda la ciudad llevándonos a la Gran Expo en el
Centro McCormick.
Como siempre os cuento,
estas Ferias son realmente impresionantes. Con un gran espacio para
el principal partner “deportivo”, Nike, y numerosos stands de
otras gran marcas deportivas, muchas de las cuales son menos
conocidas en España o menos accesibles.
La gente de
Nike pasándolo en grande
Allí cargué bien, para
qué negarlo. Encuentras artículos y cosas que difícilmente llegan
no aquí.
El cansancio hizo mella y
regresamos al hotel. Cenamos pizza en uno de los pocos restaurantes
donde no teníamos que esperar cerca de 30-40min para ser atendidos y
a dormir.
A las 6 de la mañana de
allí (13.00 hora española), el jet lag hizo acto de presencia. Así
que incapaz de volver a dormir, me vestí para salir a rodar 25-30min
por la zona del Pier. Aunque día espectacular de sol, frío helador,
con cerca de los 4ºC. Disfruté de las preciosas vistas al lago
Michigan y de ver a multitud de runners que ansiosos como yo
disfrutaban de su último rodaje antes de la fiesta.
Como ya conocía Chicago
de un viaje anterior en 2009, no andaba muy agobiada con conocer cada
rincón de la ciudad. Así que dediqué el sábado a pasear sin
abusar por el parque del Millenium y hacer algo de shopping.
La tarde previa fue un
infierno en cuanto a nervios. Nunca lo había estado tanto y desde
España recibía numerosas muestras de afecto y ánimos, que me
pusieron la piel de gallina. Cené pronto y me fui a dormir...lo que
pude, ya que me desvelé varias veces.
A las 4.20 sonó el
despertador. Me ducho y bajo a tomar un café y unos cereales a la
cafetería del hotel. Subo de nuevo a la habitación Toca ritual. Me
coloco Compeed en el dedo que me ha estado dando guerra este verano
con varias ampollas, me embadurno bien los dedos de los pies de
vaselina y me coloco los calcetines. Malla del Club. Camiseta que
Bunch Sports tuvo a bien hacerme para este maratón tan especial.
Todo un lujazo de top, con los nombres de los 5 Majors ordenados
cronológicamente según los he ido corriendo y el año en el que lo
corrí:
Me enviaron uno en lycra
y otro en tejido hidrofóbico que fue el que utilicé para correr.
Las zapas elegidas, las
Adizero tempo5 con las que estoy alucinando. Zapatillón por ligereza
y amortiguación!
Encima el chandal y algo
de abrigo y nos fuimos a la salida. Lo peor además de los nervios el
frío. Acostumbrada a entrenar con 35-38ºC como he estado haciendo,
sentir el frío aguja en la cara me tenía preocupada sobre todo para
la salida. Despiste mío fue no echar una crema de calor en la
maleta, aunque no imaginaba semejante temperatura; de hecho las
previsiones daban 10ºC de mínima.
La Organización
espectacular desde el principio, todo muy bien indicado y con varias
personas con el cartel de “Ask me” para todos los nuevos y/o
despistados. Dejamos la ropa en el camión y nos dirigimos a la
salida. Wave 1, la primera oleada salíamos a las 7.30 de la mañana.
Es el peor momento. Son
10min eternos. Ahí estaba. Diminuta e inmersa en una jauría de
45.000 personas nerviosas, oliendo a sudor, reflex...caras de
expectación, de alegría, de preocupación. Y cada uno con sus
miedos. Yo sólo quería correr. Pensaba en mi familia, amigos y me
ponía aún más nerviosa. Ellos están ahí. Lo sabía. Pero corro
yo. El sufrimiento y el dolor al que tanto temo lo iba a padecer yo.
Suena el himno
estadounidense y comenzamos a movernos. Ya no hay excusas. Sólo
corro.
Me costó pillar el
ritmo. Es lo que tiene estar acostumbrada a que te marquen el ritmo.
La milla debía pasarla entre 7.26 y 7.35. Así que tardé 2 millas
en pillar el ritmo para tratar de ir sobre lo esperado. Las calles
están abarrotadas y de la milla 2 a la 3 es impresionante el
griterío de la gente. Estoy en Chicago, pienso. Disfruta y corre.
Voy viendo grupos de
personas con un dorsal en la espalda indicativo del tiempo a por el
que van. Me asusto porque veo que gente de 3h30 van por delante mía
y con buen ritmo. Me asaltan dudas. Y decido pasar de ellas. Llevo un
ritmo cómodo y el paso por milla es bueno. El maratón es largo.
Llego al km10 y piso con
fuerza la alfombrilla. Voy bien. Esto pinta bien, me digo. Primer gel
que tomo tranquilamente. Los avituallamientos son numerosos; cada 2
millas puestos con bebida isotónica y agua, ambos con vasos
diferentes para poder diferenciarlos bien. No hay ningún problema en
avituallarse bien. No te frenan como sí pasa en Berlín.
Y las millas siguen
pasando. Me encuentro bien. Voy con otras dos chicas, una rubia y
otra asiática que inconscientemente y sin haberlo hablado, nos
entendemos y va tirando una milla cada una. Vamos clavando ritmos.
Km 20, segundo gel.
Comienzo a preocuparme. Me noto algo más cansada de lo que debiera.
No soy nueva en esto. Sé cómo debería ir para que todo vaya bien.
Pero esta vez no es igual, me digo. Esta vez vas a correr de verdad,
vas a arriesgar. Tienes que sufrir. Paso la primera media en 1h40.
Sonrío a pesar de todo. Todo va a ir bien, me digo desconfiadamente.
Sin embargo, algo me dice
que no. Y empiezo a bajar algo de ritmo. Pierdo sin saber cuando a
mis dos compis de carrera y voy luchando cada milla como nunca antes
y consigo llegar al km 30. Me tomo un tercer gel. Me pregunto si seré
capaz de abrirlo. Me siento tan cansada. Además noto sobrecarga en
el cuadriceps derecho y el gemelo izquierdo. Me animo yo sola,
intento distraerme con el paisaje, la gente y llego al 35. A partir
de aquí ...Reventón!! poco puedo contaros porque apenas me acuerdo.
Es el “momento abstral” que sufrí en Londres en 2009 en mi
primer maratón y del que sólo recuerdo a la gente aplaudiendo,
gritando y a mi misma diciéndome que quería acabar y que mejor
seguir a ritmo trotonero que parar. Los 7km más largos de toda mi
vida. Paré a andar únicamente en dos avituallamientos para al menos
beber y comer bien pero me mareaba tanto que decidí no volver a
parar por si me caía y acababa el maratón en ambulancia. Eso no!!
Pisé la línea de meta.
Esta vez no lloré. No tenía fuerzas. Andaba cual zombie intentando
devolver la sonrisa a los miles de voluntarios que nos ayudaban y nos
felicitaban. Y poco a poco fui consciente. Había terminado. No con
la marca esperada pero lo había conseguido. Tengo los 5 Majors y soy
la 2ª mujer más joven del mundo en haberlos acabado. Sí, suena muy
friki, pero es mi frikeza y me siento orgullosa.